
Escritora y maestra de Educación Primaria. Nace, vive y muere en Córdoba. Está considerada como precursora del feminismo. Se considera la mejor poetisa cordobesa.
Sus padres le impiden estudiar por ser mujer, aunque su carácter vivo e ingenioso propició su formación cultural autodidacta; a hurtadillas de su familia estudió y leyó de manera incansable. También el que luego fue su esposo, colabora en su formación enseñándole francés, que llega a dominar a la perfección. Vive muy feliz una vez casada ante su compañero y esposo, pero su dicha dura poco. Tras enviudar a los 45 años debió mantener a sus cinco hijos, por lo que retomó sus estudios y se convirtió en maestra de Instrucción Primaria e imparte clase a niños de distinguidas familias de la ciudad.
Se casó muy joven con Manuel Alfaro de Góngora y casi nada se sabe de su dedicación al mundo de las letras mientras duró su matrimonio. A partir de 1875, tras la muerte de su esposo, se tiene constancia de su intensa actividad literaria, así por ejemplo destaca su novela “Rosina o la corona de siemprevivas” o el ensayo sobre la mujer titulado “La inteligencia”.
Autora puente entre dos siglos, ya epígona del Romanticismo (ejemplo: su novela corta “Rosina o la corona de siemprevivas”)
En su prosa se sitúa en un pensamiento moderno, por ejemplo en sus ensayos “La imaginación: importancia del desarrollo de esta facultad en la mujer” (aquí ya muestra sus inclinaciones feministas), “La mujer es una flor” o “La educación” (1880), en este último manifiesta lo siguiente:
“Muchos escritores modernos claman contra la falta de instrucción de la mujer. Efectivamente, hallándose dotada de más sensibles, perspicaces y elevados pensamientos que el hombre, ¿qué razón hay para privarla de más extensos conocimientos?”
Hay un interesante estudio sobre ella en 2009 a cargo de la escritora Rafaela Sánchez Cano titulado “Hacia la ruptura del canon femenino: Rosario Vázquez Angulo”, en él cita a su bisnieto Antonio Gómez Alfaro (miembro de la Real Academia de Córdoba), que redacta y le da orden a su obra, sirva de muestra esta seguidilla que compone a su hijo Amador (muere adolescente):
“Yo te miro en las flores
de primavera:
yo te siento en las auras
de la pradera
¡ángel divino¡
yo no toco tus alas
mas te adivino…”
También encontramos emotiva esta décima que dedica al fallecimiento de su esposo:
“Y sigue el sol su carrera…?
y sigue su rumbo el viento…?
y en azul firmamento
sigue rodando la esfera…?
las flores en la pradera,
exhalan su grato olor?
y en la selva el ruiseñor,
tan sólo a su amor atiende?…
nada en el mundo comprende
lo intenso de mi dolor ¡”
Participa en tertulias literarias y en los Juegos Florales que organizaba la ciudad, consiguiendo un Pensamiento de oro en 1860 por la composición “Los amantes de la reja”.
Colabora en infinidad de publicaciones: “La tradición”,”Diario de Córdoba”, “La lealtad”, “La crónica”, “El noticiero cordobés”, etc…, así como en un tomo manuscrito de leyendas fechado en 1882 (extraviado por el Ayuntamiento de Córdoba), además de otros títulos poéticos que constituyen su legado literario. Participa a menudo en las veladas literarias del conde de Torres Cabrera.
Compone versos sencillos, pero llenos de sentimiento, destaca por la precisión del lenguaje. Así en 1912 compone este poema conmovedor (padece una ceguera de la que no podrá recuperarse):
“Yo nací para llorar,
mi vida se va acabando
y mis penas aumentando
como las olas del mar.
Ni una estrella veo brillar
ni un lucero en lontananza;
mi vista ya sólo alcanza
tinieblas en rededor,
sin que descubra el color
del iris de la esperanza.
Yo, que mi felicidad
iba en mis hijos, cifrando,
al no verlos voy quedando
en amarga soledad.
Cerca ya la eternidad
en mi triste desconsuelo
alzo los ojos al cielo
y digo a mi corazón:
¡cesa, cesa en tu aflicción
que en Dios hallarás consuelo ¡”
Ingresa en la Real Academia de Ciencias, Bellas letras y Nobles artes de Córdoba en 1913, siendo la primera mujer perteneciente a esta corporación cultural, pero en calidad de correspondiente (miembro no numerario, pero colabora con la Academia)
Fue presidenta de la asociación de ciegos de Córdoba y desgraciadamente muere casi ciega, pero con el reconocimiento de su ciudad. El Ayuntamiento le concede sepultura perpetua y coloca una placa en su casa (no llega a realizarse según demanda la Academia de Córdoba).
Su biznieta Josefina Da Silva recoge bastantes poemas suyos como el titulado “El ángel Rafael custodio de Córdoba”:
“Aires silban con furor violento;
los truenos ensordecen los oídos;
los árboles desgajan sus tejidos
al fuerte empuje del ciclón sangriento.
Las nubes se amontonan con el viento
cuál tétricos fantasmas renegridos.
Las aves dejan con pavor sus nidos
y muestra el rayo su cercano aliento.
Un (¡santé Rafael¡)… los aires hiende
y deja el hombre sus pasiones malas
en santa caridad su pecho enciende
mostrando de su fe las ricas galas;
y el ángel Rafael tiende sus alas
y al rayo, en su carrera lo suspende.”
Vázquez Angulo, María del Rosario (s. XIX-1915).